¿Ha cambiado la manera de relacionarnos virtualmente en la cuarentena?

  Gracias a las redes sociales nos sentimos más cerca. La distancia con tu vecino o vecina, la gente de la oficina, tu mejor amiga o tu artista favorito es la misma: un par de clicks y establecemos un contacto. Además, la tensión de la situación nos ha traído a la mente a personas con las que hacía mucho que no coincidíamos, que estaban lejos, que ya no veíamos.

Los últimos meses han sido extraños. De un plumazo, nuestros contactos sociales, las reuniones con amistades, las clases, las cervezas después de la oficina y las tardes jugando en el parque se han convertido en largos días en casa. Hemos visto cómo nuestros centros de estudio y de trabajo, los comercios y centros de ocio, cerraban hasta nuevo aviso. Las videollamadas han pasado a ser nuestro pan de cada día y hablábamos y nos veíamos más de lo que lo habíamos hecho antes del confinamiento.

Con la cuarentena, todo el contacto social que hemos tenido se ha reducido a las relaciones online y, ahora que comenzamos a asomarnos de nuevo al exterior, tenemos que reequilibrar la balanza entre las relaciones cara a cara y a través de una pantalla. Esa hiperconectividad que hemos explotado comienza a tener consecuencias en nuestro día a día ahora que comenzamos a retomar nuestras rutinas en esta “nueva normalidad”. Si ya antes del confinamiento veíamos cómo se extendían la adicción al móvil o la nomofobia (el miedo a permanecer un tiempo prolongado sin el móvil), ahora debemos estar más alerta ante estas conductas, sobre todo en las niñas, niños y adolescentes.

Es importante señalar, eso sí, que un aumento en el uso de las pantallas no implica necesariamente que la persona haya desarrollado una adicción a las mismas. Debemos entender este uso aumentado de las redes sociales dentro del contexto extraordinario en el que nos hemos visto en los últimos meses. Existen una serie de indicadores que nos harán tomar consciencia de que no solo estamos utilizando las pantallas más de lo que debemos, sino que estamos rozando la adicción.

• Una necesidad constante de estar conectado
• Aumento del tiempo dedicado a las redes sociales, frecuentemente asociado a una ocultación o mentira del tiempo real de uso
• Dejar de lado nuestras responsabilidades
• Dejar de practicar otras actividades que antes nos resultaban placenteras
• Utilización de las redes como alivio para las emociones negativas
• La percepción de aquellos que nos rodean

Una vez nos encontramos estos signos, debemos establecer unos límites horarios y de uso. Si vemos estas señales en nuestros hijos e hijas, es importante hacerles partícipes a la hora de establecer ciertas normas. No es solo una cuestión del tiempo que pasamos haciendo uso de las redes o de las pantallas, sino en qué uso le damos, si lo hacen para hablar con nuestras amistades, cultivar aficiones, aprender sobre un tema de nuestro interés… A la hora de educar a nuestros hijos e hijas en el uso correcto de las nuevas tecnologías, debemos tener en cuenta que nosotros somos su modelo. No podemos decirles que no usen tanto el móvil si nosotros no nos desprendemos de nuestros dispositivos electrónicos.

La adicción a las redes sociales y a las nuevas tecnologías en general tiene consecuencias a nivel tanto físico como psicológico. Dolores musculares debido al mantenimiento de posturas durante largo tiempo, dolores de cabeza y cuello, dificultades para dormir, estrés, ansiedad… son algunos de los efectos que el uso prolongado de las nuevas tecnologías puede tener. Es tarea de nosotros y nosotras mismas frenar las conductas que pueden desencadenar esas consecuencias antes de que sea demasiado tarde.